Un poco de mi historia
El inicio
Al terminar la universidad, muchos eligen caminos distintos: algunos continúan con estudios de posgrado para profundizar sus conocimientos, mientras que otros se enfocan en ingresar al mercado laboral. Yo decidí explorar el mundo laboral.
Al principio, fue frustrante. Veía tantas convocatorias y sentía que ninguna era para mí. Postular a un puesto se sentía como intentar entrar por una puerta que ya estaba cerrada.
Así descubrí que ingresar al sector público no era fácil. Mis prácticas preprofesionales y mi título de economista no eran suficientes. Exigían experiencia, un currículo sólido y documentado. ¡Y yo recién empezaba! 😢
En lugar de rendirme, replanteé mi estrategia. Junto a un compañero de la facultad en la misma situación, unimos esfuerzos para ofrecer nuestros servicios como voluntarios. Tocamos puertas en asociaciones, cooperativas, y pequeños emprendimientos. Allí donde había una necesidad, buscábamos encontrar una oportunidad.
Aunque gran parte de esos trabajos no implicaron una retribución económica, esas experiencias representaron una etapa de intenso aprendizaje y un verdadero proceso de autoformación. En algunos casos nuestro esfuerzo si fue reconocido, lo que reforzó aún más la motivación por seguir adelante. Lo más significativo de esta etapa fue obtener nuestras primeras constancias de trabajo, un respaldo clave para acreditar nuestras capacidades y abrir nuevas oportunidades profesionales. 😊
Mis primeros pasos en el sector público
Con mis primeras constancias de trabajo, en el año 2006 inicié mi camino profesional en el sector público. Mi primera experiencia fue en el Área de Estadística de la Oficina de Planificación de la Universidad Nacional Agraria de la Selva (UNAS).
Allí diseñaba y aplicaba encuestas socioeconómicas a la población universitaria, elaboraba los Boletines y Compendios Estadísticos, y organizaba la información de las distintas dependencias administrativas y académicas para la Memoria Anual. Documentos que en ese entonces se remitían tanto en formato físico como en digital a la Asamblea Nacional de Rectores.
Gracias a estas labores desarrollé habilidades en el diseño de encuestas, estandarización de formatos, creación de plantillas, automatización de hojas de cálculo y gestión de información tanto cuantitativa como cualitativa.
En esos primeros pasos descubrí el verdadero valor de la información como insumo estratégico para la toma de decisiones, y empecé a construir una mirada sistémica de las instituciones, comprendiendo el rol esencial de la planificación en el sector público. 😊

Del seguimiento al POI a mi primer proyecto de inversión
Al año siguiente fui rotada al Área de Planes y Proyectos, también en la Oficina de Planificación, donde asumí nuevas responsabilidades: Elaborar informes de seguimiento del Plan Operativo Institucional (POI), facilitar talleres para la Programación de Inversiones de la Universidad y gestionar el aplicativo del entonces Banco de Proyectos, hoy Banco de Inversiones.
Sin embargo, lo que realmente marcó un antes y un después fue la asignación de mi primer proyecto de inversión. En ese tiempo, la preinversión pasaba por tres etapas: perfil, prefactibilidad y factibilidad. Me encargaron directamente la formulación en nivel de prefactibilidad de un proyecto. Fue un gran reto, porque ni siquiera había formulado un perfil. A ello se sumaba la responsabilidad de liderar un equipo técnico, lo que representaba un doble desafío: aprender y dirigir al mismo tiempo.
Para afrontarlo, dediqué largas jornadas de estudio a las publicaciones del MEF referente al SNIP. En esos años estaban muy difundidas las famosas Guías de Orientación, venían numeradas y con dibujos tipo cómics, 😂 que se convirtieron en mi principal herramienta de aprendizaje. También consulté la Guía de Identificación, Formulación y Evaluación Social de Proyectos de Universidades a Nivel de Perfil, y busqué la de prefactibilidad… hasta que descubrí que no existía, hecho que fue confirmado por un sectorista del MEF en mayo de 2007.
Finalmente, junto con el equipo logramos culminar el proyecto. Esta experiencia no solo marcó el inicio de mi camino en la formulación de proyectos, sino que también fortaleció mis capacidades técnicas, aumentó mi confianza profesional y me dio mis primeras lecciones de liderazgo.
De la universidad a los proyectos productivos
Al finalizar el 2007 decidí cerrar mi ciclo en la UNAS. No fue una decisión fácil. Dejar ese espacio me entristeció 🙁 porque la universidad había sido parte fundamental no solo de mi desarrollo académico, sino también de mi crecimiento personal y profesional. Allí viví mi primer día de prácticas preprofesionales, tuve mi primer empleo formal, construí amistades entrañables y adquirí aprendizajes que me acompañarían siempre.
Gracias a esa experiencia, tuve mi primer acercamiento al ecosistema de la inversión pública, aunque limitado al ámbito de la educación superior universitaria.
Sin embargo, mi motivación por seguir creciendo me impulsó a buscar nuevos horizontes. Así ingresé al Proyecto Especial Alto Huallaga (PEAH), entidad adscrita al Ministerio de Agricultura (ahora MIDAGRI), donde integré un equipo técnico dedicado a la formulación de proyectos de infraestructura económica y productiva. Estos proyectos tenían como objetivo fortalecer las cadenas productivas en cultivos de palma aceitera y actividades ganaderas en los departamentos de Huánuco y San Martín.
Aunque breve, esta experiencia representó una verdadera inmersión en los proyectos productivos. Me permitió comprender la relación entre territorio, dinámica económica y las necesidades de los productores, y me acercó de manera directa a los retos y oportunidades del desarrollo rural sostenible.


Formulando proyectos en gobiernos locales de la zona del VRAEM
Entre 2008 y 2012 me desempeñé como especialista en inversiones en la Unidad Formuladora de diferentes gobiernos locales, principalmente en municipalidades distritales de la zona del VRAEM.
Esta etapa me permitió conocer de manera directa las dinámicas de gestión en los gobiernos locales, enfrentar las limitaciones técnicas e institucionales del territorio y, al mismo tiempo, aportar en la formulación de proyectos de inversión pública en una de las zonas más estratégicas y complejas del país.

Institución Educativa Nº 38704 de Tahuantinsuyo Lobo en el distrito de Kimbiri. Año 2008. Ahora distrito de Manitea desde el 2021.
Recuerdo que, a diferencia de otras municipalidades de la zona, Kimbiri y Pichari, contaban con equipos técnicos multidisciplinarios y una logística adecuada, lo que nos permitía realizar un trabajo de campo exhaustivo y cumplir con los lineamientos técnicos y metodológicos del sistema. Este escenario favorable se debía a dichas municipalidades habían comenzado a recibir recursos provenientes del canon gasífero, incrementando su capacidad presupuestal y mayor autonomía para financiar estudios de preinversión.
Sin embargo, incluso en este escenario favorable, los retos eran significativos:
- Ausencia de herramientas prácticas que facilitaran una recopilación eficiente de datos tanto cuantitativos como cualitativos en campo.
- Escasa experiencia acumulada en la gestión de proyectos y falta de lecciones aprendidas, que sirvieran de referencia en la zona.
- Necesidad de una gestión diferenciada en comunidades nativas, donde resultaba imprescindible aplicar un enfoque intercultural desde la concepción misma de la idea del proyecto hasta su ejecución.
En aquel entonces, el Banco de Proyectos (hoy Banco de Inversiones) aún no disponía de una base de datos amplia, y la formulación de proyectos era relativamente incipiente en la mayoría de las municipalidades. Esto evidenciaba la necidad urgente de fortalecer capacidades y consolidar procesos técnicos en la zona.
Las capacitaciones oficiales del MEF eran esporádicas, pero muy valoradas. Cada vez que llegaban los sectoristas y especialistas, los auditorios se llenaban de profesionales de distintas municipalidades que trabajábamos en la zona. Las jornadas eran intensas, y de gran aporte técnico y normativo. Después de esos eventos, solo quedaba el autoaprendizaje, apoyándonos en los materiales impresos que nos dejaban y en el limitado acceso a internet que había por entonces.


Recuerdo ir de oficina en oficina con mi USB, solo para descargar las guías, metodologías sectoriales y todo material disponible, que luego estudiaba en mis ratos libres desde mi laptop.
Con el tiempo, la conectividad empezó a mejorar. Para el 2010 el internet comenzó a democratizarse en las oficinas, y en el 2011, tuve mi primer módem USB. Ese pequeño dispositivo marcó un antes y un después: me permitió ampliar mis conocimientos en gestión de proyectos y acceder a nuevas oportunidades de formación. Ese mismo año postulé a una media beca, llevé mi primer diplomado virtual y obtuve el diploma de especialización como proyectista ambiental.
Entre el 2010 y 2012, tuve la oportunidad de liderar diversos equipos técnicos con un objetivo claro: formular proyectos para el Fondo de Promoción a la Inversión Pública Regional y Local (FONIPREL). No todos lograron cofinanciamiento, pero alcanzamos un hito significativo: asegurar recursos para la ejecución de tres iniciativas de gran impacto en el VRAEM: un establecimiento de salud de categoría I-4 en Kimbiri, ocho instituciones educativas de nivel inicial en Pichari y siete más en el distrito de Samugari.
¡Fue un logro significativo, un reto exigente y, sobre todo, un aprendizaje invaluable que me reafirmó en el camino de la inversión pública.
De proyectista a líder consultora: mi etapa en SERCOG SRL
Entre 2013 y 2015, asumí la gerencia general de SERCOG SRL, una empresa consultora especializada en proyectos de inversión, en ese entonces bajo el marco SNIP. Esta etapa fue decisiva para consolidar mi perfil profesional, pues tuve la responsabilidad de liderar la planificación, organización y dirección estratégica de la empresa, al mismo tiempo que gestionaba directamente la Unidad de Proyectos, enfocada en la formulación y evaluación de proyectos y expedientes técnicos para gobiernos locales.
Este rol me permitió no solo fortalecer mis competencias en planificación operativa y gestión de equipos, sino también adquirir un conocimiento más profundo sobre los procesos de contratación pública, gestión de costos, cronogramas y control de calidad.
A partir de la experiencia acumulada en gobiernos locales, identifiqué una constante: la falta de herramientas prácticas que facilitaran los procesos técnicos en las Unidades Formuladoras. Frente a ello, decidí implementar un Plan de Gestión de Calidad en la Unidad de Proyectos, con el propósito de establecer procesos, procedimientos, recursos y responsabilidades claras que aseguraran que cada producto entregado por la empresa (proyectos y expedientes técnicos) cumpliera rigurosamente con los términos de referencia, los lineamientos sectoriales y las metodologías oficiales del sistema.
Durante esos tres años lideré y supervisé la formulación de proyectos y evaluación de expedientes técnicos para distintos gobiernos locales en Cusco y Ayacucho, contribuyendo desde la consultoría privada a mejorar la calidad técnica de sus propuestas de inversión pública y a fortalecer la gestión local a través del cumplimiento de estándares de eficiencia y calidad.
Una maestría con chocolates
Paralelamente al rol de gerente, cursé una Maestría en Gestión de la Inversión Social en la Universidad del Pacífico, un proceso que marcó mi desarrollo profesional.
Esta etapa me permitió profundizar en los aspectos estratégicos y estructurales de la inversión social, abordando temas como el diseño y gestión de programas sociales, el uso de indicadores de desempeño y las iniciativas orientadas al cierre de brechas, la responsabilidad social y el análisis del impacto ambiental.
Uno de los momentos más desafiantes y enriquecedores fue la elaboración de mi tesis, titulada: “Impacto de la administración de chocolate fortificado con hierro hemínico en las habilidades cognitivas de escolares de educación primaria, en una escuela urbana en Carabayllo, Lima, Perú”. Este trabajo, más allá de lo académico, representó una experiencia transformadora. Me enfrenté al reto de aplicar conocimientos teóricos en un escenario real, lo que me permitió entender de forma concreta cómo las intervenciones públicas pueden impactar directamente en la vida de los beneficiarios; en este caso, niños y niñas en etapa escolar.
La tesis tuvo un alto nivel de complejidad, ¡no fue tarea fácil! Aunque trabajamos en equipo, gestionar las autorizaciones con múltiples actores fue un reto constante: UGEL de la zona, dirección de la institución educativa, centro de salud, Plan de Salud Escolar, y obtener los consentimientos de los padres. Pero lo más desafiante fue explicar a los propios estudiantes por qué debían comer un chocolate todos los días de la semana, durante tres largos meses.
Recuerdo con especial emoción el día de la sustentación, cuando uno de los miembros del jurado comentó: “Lo que ustedes han hecho es un ensayo completo de lo que significa la gestión pública. ¡Felicitaciones!”.
Esta experiencia no solo fortaleció mis capacidades en el diseño y la evaluación de proyectos, sino que también me permitió dominar herramientas como el análisis costo-beneficio, la elaboración de líneas de base, la evaluación ex post y el uso de software estadístico. Además, consolidó en mí un enfoque práctico para el monitoreo, seguimiento y evaluación de proyectos, preparándome para asumir retos cada vez más complejos en el ecosistema de la inversión pública.
Explorando el nivel de gobierno nacional
A inicios del 2016, decidí cerrar mi etapa en SERCOG SRL con la convicción de seguir creciendo profesionalmente, esta vez desde el gobierno nacional y con sede en Lima.
Recuerdo aquellos días como una etapa de intensa búsqueda: actualicé mi CV, completé formatos y postulé a más de una docena de convocatorias en distintas entidades. Pronto llegaron las entrevistas y logré integrarme a diversas instituciones del sector público. Cada rol fue un aprendizaje valioso que contribuyó a fortalecer mi perfil, otros dejaron una huella más profunda por el impacto que tuvieron en mi desarrollo técnico y estratégico.
Entre las experiencias más significativas vinculadas a la inversión pública destacan:
- Ministerio del Ambiente – Programa Minam+CAF, donde fortalecí mis capacidades en la evaluación socioambiental de inversiones, entendiendo cómo los proyectos pueden y deben generar un impacto positivo en el entorno.
- CENEPRED, donde comprendí la trascendencia de incorporar el enfoque de gestión de riesgos como parte integral de la inversión pública.
- CONIDA, que me acercó a la gestión de proyectos de innovación y desarrollo tecnológico, ampliando mi visión hacia la aplicación estratégica de la ciencia y la tecnología.
- Instituto de la Producción (ITP), donde consolidé mis habilidades en el uso de herramientas para identificar brechas tecnológicas, un aspecto clave para el diseño e implementación de políticas públicas efectivas.
Esta etapa me permitió comprender con mayor claridad cómo se diseñan y gestionan las políticas públicas desde el gobierno nacional. Al mismo tiempo, constaté que su éxito depende de una articulación multisectorial y territorial que con frecuencia resulta frágil. Trabajar en este nivel de gobierno me permitió aplicar un enfoque territorial más claro en la gestión de proyectos, identificar brechas entre niveles de gobierno y consolidar criterios prácticos para mejorar la coordinación, transferir capacidades y asegurar una ejecución más efectiva de políticas públicas en los ámbitos nacional, regional y local.
De regreso a los gobiernos locales
Después de mi paso por el gobierno nacional, entendí que gran parte del verdadero impacto de la inversión pública se vive desde lo local. Por eso decidí regresar a los gobiernos locales, llevando conmigo una visión más estratégica y las herramientas adquiridas en esa experiencia.
Regresé con la convicción de que los gobiernos locales son el primer eslabón del Estado para transformar realidades y generar un impacto directo en la vida de las personas. Porque si bien desde el nivel nacional se diseñan lineamientos y proyectos de gran alcance, es en lo local donde esas políticas se vuelven tangibles: una escuela que abre sus puertas, un sistema de agua potable que mejora la salud de una comunidad, un camino que conecta pueblos antes aislados.
Volver a trabajar en las Unidades Formuladoras fue, en cierto modo, como regresar a casa pero con una maleta llena de aprendizajes, nuevas herramientas y con un propósito claro: acompañar la gestión de proyectos de manera más efectiva, sostenible y cercana a la población.

Comunidad Nativa Cuvivari en el distrito de Unión Ashaninka. Año 2023

Lo que encontré en las unidades formuladoras
Sin embargo, lo que encontré en muchas Unidades Formuladoras fue preocupante, las brechas operativas se habían profundizado. A pesar del tiempo transcurrido y de los avances normativos, muchas de estas unidades y sus equipos continuaban enfrentando las mismas limitaciones: restricciones presupuestales, débil articulación entre los actores del sistema, capacidades técnicas insuficientes y dificultades para ejercer sus funciones con eficacia.
En cada conversación con técnicos y especialistas notaba que el problema no era necesariamente la falta de compromiso o la vocación de servicio. El verdadero desafío estaba en el limitado conocimiento del sistema y en la ausencia de herramientas prácticas y estratégicas que permitieran traducir su esfuerzo en proyectos sostenibles, coherentes con las políticas sectoriales y locales, y, lo sobre todo, alineados al cierre de brechas.
Esta situación no me desanimó; al contrario, reforzó mi propósito: más allá de formular proyectos, debía contribuir a crear condiciones para que los equipos trabajaran con autonomía, claridad y confianza. Asumí un rol activo en su acompañamiento y capacitación, y confirmé que un equipo fortalecido no solo asegura un buen proyecto, sino también su sostenibilidad e impacto real en la población.
La gran pregunta
Con el paso de los años entendí que acompañar y fortalecer equipos técnicos era necesario, pero no suficiente. Todas esas vivencias, las limitaciones identificadas, y la certeza de que aún queda mucho por construir me llevaron a plantearme una gran pregunta: ¿cómo aportar de manera más estratégica, sostenible y transformadora para contribuir a mejorar esta situación?
No bastaba con apoyar a profesionales de manera aislada o en el marco de un proyecto específico. La necesidad era más profunda, más estructural. Era indispensable fortalecer capacidades de forma continua, accesible y práctica.
Se hacía urgente crear espacios donde los operadores y especialistas del sistema no solo aprendieran normas o metodologías, sino que también encontraran herramientas aplicables, criterios técnicos claros, experiencias prácticas y enfoques estratégicos. Todo ello para elevar la calidad de los proyectos y, sobre todo, asegurar que respondan de manera efectiva a las necesidades de la población, especialmente desde el nivel local.
Así nació una nueva etapa en mi camino.”
Lo que revela el informe SERVIR
Todo lo que viví en las unidades formuladoras, las dificultades técnicas, las limitaciones operativas y la débil articulación con los demás actores del sistema, no eran hechos aislados. Por el contrario, coincidían plenamente con lo señalado en el informe “Análisis del censo y evaluación del diagnóstico de conocimientos” elaborado por la Autoridad Nacional del Servicio Civil (SERVIR).
Según este informe, el 87% de los servidores públicos involucrados en la gestión de proyectos de inversión pública en el Perú necesita fortalecer sus capacidades para desempeñar sus funciones de manera efectiva.
De un total de 2,511 servidores evaluados en gobiernos locales:
- 55% requiere capacitación prioritaria.
- 35% necesita capacitación.
- 9% debe reforzar sus conocimientos.
- Solo el 1% alcanza un nivel óptimo para la función.
La situación es aún más crítica en las Unidades Formuladores de gobiernos regionales y locales donde el 91% de los servidores públicos, requiere capacitación de manera prioritaria o requiere capacitación en la función.
Estos resultados revelan una verdad ineludible: mejorar la gestión y calidad de los proyectos pasa, inevitablemente, por fortalecer a quienes participan directamente en el ciclo de inversión.
Lo que construyo hoy

Al evidenciar de cerca las brechas de capacidades y los retos operativos que enfrentan los operadores y equipos técnicos que trabajan bajo el marco del Invierte.pe, comprendí que podía unir dos de mis grandes pasiones: la educación técnica especializada y el marketing de contenidos.
De esa convergencia surgió la idea de un espacio digital de aprendizaje diseñado para acompañar, fortalecer y empoderar a los profesionales que cumplen diversos roles en el Invierte.pe
Así nació Trovadores del Invierte
Una comunidad de aprendizaje colaborativa donde, junto a un equipo de profesionales y expertos en gestión de proyectos, compartimos contenido especializado diseñado para fortalecer capacidades y mejorar el desempeño de operadores, especialistas y equipos técnicos de gobiernos locales que trabajan bajo el marco del Invierte.pe.

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